Los días comienzan a pasar rápido, sin apenas dejar rastro,
como si atravesaran de puntillas una habitación queriendo no ser vistos.
Choca un poco caer en la cuenta de que no sólo estos días se
han comportado así, sino que el año entero ha cruzado veloz como un rayo en
mitad de la tormenta, porque si algo ha caracterizado el 2016, han sido,
precisamente, sus tormentas.
Intentaré no ponerme demasiado melodramática. No todo han
sido lluvia y truenos. También ha brillado el sol como probablemente nunca lo
ha hecho en toda mi vida, me han arropado noches cálidas de estrellas fugaces,
y he podido bailar entre arcoíris, al amparo de nubes y luz.
He dado tantas vueltas, tanto sobre mí misma, como alrededor
de los demás, que no sé cómo no he acabado mareada y sin fuerzas. Y por girar de esa manera, aprendí
una cosa: no soy un satélite, sino un planeta, o mejor, una estrella, que no
está aquí para orbitar alrededor de nadie más, sino para brillar por sí misma.
Ha habido corazones rotos, desmigajados, destrozados en mil
pedazos. Porque los rompieron, porque los rompí, e incluso hubo más veces de
las que me avergüenza reconocer, en las que yo misma me lo rompí, sin saber muy
bien por qué. Y acabé convirtiéndome en una costurera magnífica, en una sastre
magistral que conoce a la perfección cada pespunte, cada tejido que conforma mi
corazón y cómo remendarlo cuando empieza a deshilacharse; sin pretenderlo, y
sin tener ni idea de ciencia, ahora puedo decir que soy una cardióloga
excelente que conoce su corazón como la palma de su mano.
Si tuviera que ubicar mi año en un lugar, el que más le
correspondería, sería una estación de tren, en la que he contemplado, en
ocasiones envuelta en lágrimas, y en ocasiones expectante, casi conteniendo la
respiración, cómo personas llegaban a mi vida y otras se marchaban (algunas se
alejaban en silencio, y otras, dejando tras de sí rastros de palabras que aún a
día de hoy, gritan). También, aparte de a los pasajeros que se fueron o se
quedaron, que fueron un parpadeo en el tiempo o que pasaron a ser parte sólida
en mi vida, llegaron muchos trenes. Algunos los perdí por estar demasiado
segura de no ser capaz de cogerlos a tiempo. A otros sí me subí con gusto y
ganas, pero también hubo una minoría (esos fueron los mejores), que vi empezar
a alejarse de mí y no dudé en lanzarme a las vías para dejarme el aliento
persiguiendo, y, aunque con sangre, sudor y lágrimas, conseguí alcanzar.
Y dolor. Mucho dolor. En todas sus formas y colores, de
todas direcciones y lugares posibles. Puñaladas, caídas, golpes, cortes. Dolor
físico y emocional, que me ha forjado, me ha moldeado, y me ha impulsado a
construir la atalaya desde la que hoy contemplo el cosmos.
Lo único que le reprocho al 2016 es haberme hecho perder la
fe en las personas, haber dejado de creer en ellas y en la bondad que pueden
albergar en su interior. Le reprocho haberme obligado a caminar por el mundo aferrando
mi ballesta como si me fuera la vida en ello (porque a veces llego a creer que
así es) y manteniendo la guardia en todo momento.
Para el año que pronto comienza, queda esa tarea pendiente (entre muchas
otras): arrancarme todas esas costras que me ha dejado el miedo, limpiarme la piel de recuerdos y malos sueños.
Y dejar de tener al amor como al máximo enemigo del que debo defenderme y huir,
o me atrapará con sus afiladas garras y me hará pedacitos.
2016 no ha sido un año malo, pero erraría mucho el tiro si
me atreviese a decir que ha sido bueno. Sería más adecuado decir que ha sido
intenso, quizá intenso como pocos otros. Intenso como una canción que se te
cuela dentro, intenso como un café cargado a las 7 de la mañana. Intenso como
la danza en la que vuelcas cuerpo y alma. Intenso como un beso apasionado,
intenso como la ira que te ata pies y manos.
Sinceramente, estos doce meses me han dejado agotada, pero
no me permitiré descansar demasiado: sé que queda todavía mucho por hacer.
Y quizá, por eso, no pienso rendirme.
A no rendirse, a brillar con la luz que solo sabe dar una estrella, a buscar el amor amigo, manteniendo esa intensidad de la que siempre se aprende!!!
ResponderEliminarTe miraremos para aprender de ti!!