Ya vuelve la hiedra a brotar por la pared de ladrillos. También nacen flores, pero esta vez no tengo ganas de ponérmelas en el pelo.
Resbalan los atardeceres por la superficie de mi cuerpo frágil. Y no me quito las ganas de bailar ni siquiera cuando me desnudo y me descalzo y me preparo para dormir. Quizá es porque ya no sé cómo expresar las cosas que siento.
Que corra el aire, dijeron.
Sí, que corra.
(y se lo lleve todo)
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