lunes, 17 de octubre de 2016

Ámbar

El café está frío, casi tanto como tus ojos.

No me mires, por favor. Me haces daño.

Cuéntame por cuál de los caminos te extraviaste para acabar justo aquí,
frente a mí,
con esas manos de madera y esa cara de cristal.

Yo te contaré, si quieres,
mis motivos para bailar de puntillas entre los silencios y el color de tus palabras.

Te contaré todo, pero no te diré nada.
Hay veces que no es necesario.

Se me rompen los cristales, y me tiembla la vida,
si me miras,
y el aire se me llena de avispas que no se ven,
de ecos que no se oyen
y de cosas que no se pronuncian en voz alta.

Deja los claveles blancos sobre la mesa,
que yo te daré por fin la paz,
 tras abrir la ventana para que vuelen las golondrinas.

Lancé la moneda y me salió cruz.


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