miércoles, 21 de septiembre de 2016

Desatando lazos



Te dicen siempre que nunca dejes de sonreír. Que las chicas tristes no son bonitas. Que nunca sabes cuándo alguien se puede enamorar de tu sonrisa. Te lo repiten hasta la saciedad, llegando a convertir la tristeza en un tabú. En algo que es necesario y casi obligatorio esconder, meter debajo de la alfombra, porque ni es bonito, ni es atractivo. Y a la sociedad no le gustan las cosas que no son bonitas o atractivas.

Estoy harta. Y estoy segura de que no soy la primera, y tampoco seré la última. Estoy harta del optimismo artificial y edulcorado hasta la náusea, de que te exijan una sonrisa aunque sea lo último que te apetezca en ese momento. De que te digan lo que es bello y lo que es feo, lo que es válido y lo que es inútil. Estoy harta de las apariencias, de los teatros y el jugar a ser figuras de porcelana que no sufren, que no lloran, que nunca están de mal humor y que no tienen días grises en los que solamente llueve y no hay espacio para el sol.

“Las chicas están más guapas cuando sonríen.” 

A lo mejor a las chicas les da igual lo que tú pienses. Quizá saben que no les hace falta una sonrisa sujeta con alfileres en su rostro, para serlo.

Quiero romper una lanza a favor de la belleza que se esconde tras un silencio. Tras unos ojos tristes. Tras rasgos tan insignificantes y característicos como un tic nervioso, la forma de caminar, de mirarse los zapatos cuando se siente vergüenza,  o el brillo en la mirada cuando se habla de algo o alguien amado.

En resumen: a favor de todo aquello que no se incluye en el saco de lo “socialmente estético”.

La belleza está en los ojos de la persona que mira. Pero no dejes que nada ni nadie te indique nunca adónde debes mirar.

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