jueves, 19 de marzo de 2015

Naturaleza muerta

Naturaleza gastada. Naturaleza aburrida. Naturaleza muerta.
Naturaleza que dejó de ser naturaleza hace ya tiempo. Y llora, la naturaleza llora, aunque no queramos darnos cuenta. Bueno, a veces llora, y a veces se enrabieta y destroza, ahoga, asfixia, mata.
Entonces, sí nos quejamos. Nos lamentamos cuando la naturaleza nos hace ver que nunca lograremos dominarla; cuando nos demuestra que la Tierra es su elemento y no el nuestro; sollozamos cuando la Madre Natura se enfada y nos pega y nos regaña por lo mal que nos hemos portado.
En ese momento sí la vemos, deja de ser algo invisible y la colocamos bajo el foco. Pero sólo el tiempo que nos dura la llantina, o hasta que florezcan de nuevo nuestras ganas de exprimirle el corazón al planeta.
El planeta se está quedando desnudo. Le arrancamos a bocados ansiosos su vestido verde de hojas.
Tiene frío.
Y los animales se van. Los estamos echando de un lugar que es tan suyo como nuestro. Los cazamos y nos vanagloriamos de ello, presumimos de ser los causantes de la extinción de cada vez más especies. Matamos por gusto, para exhibir como trofeos pedazos mutilados de animales exóticos, sin pensar en esa especie ni en su peligro de extinción, tan sólo, en lo bonito que es el marfil de los animales o en las utilidades de la piel de un cocodrilo.
El mundo se está volviendo loco, está precipitándose al vacío de cabeza, si no la ha perdido ya. Y nosotros, en vez de intentar frenar esa caída, empujamos al mundo a su perdición, le contagiamos nuestra locura, tan sólo somos otros desquiciados en medio de un baile vertiginoso sin final.

Ya nadie baila bajo la lluvia ni vive en el olor que permanece después.
Ya nadie hace caso a los primeros tulipanes de la primavera, ni saluda a las amapolas que se abren paso por una tierra cada vez más hostil.
El canto de los pájaros ya es ruido, en vez de música, y los días están perdiendo el color.
Ya no brillamos al amanecer, ni sonreímos cuando viene un nuevo día. y tampoco se nos queda la boca abierta al contemplar una puesta de sol.
Parece que la naturaleza ya no es de nuestro interés. Y es cierto.
Vamos corriendo,vamos corriendo, vamos corriendo, vamoscorriendoycadavezmásdeprisa y no nos detenemos para nada, aunque nos falte el aire, ni para celebrar la vida. Somos las víctimas de un mundo que vive siempre con prisa.
Y así, poco a poco,
gota a gota,
le quitamos la vida
al planeta que nos la dio.

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