Cállate.
Por favor.
No digas nada.
Deja que el silencio
hable.
Y lo diga todo.
Te miro y me miras, a través de una nube densa y fría de quietud.
Estás inquiriéndome a que diga algo, pero me conoces y sabes
que no va a ser así.
Porque sabes que amo al silencio más que a nada.
Si no hay sonido no hay ruido.
S no hay ruido no hay dolor.
Y me quedo callada.
Miro por la ventana, que presenta un cielo lleno de nubarrones grises que se van moviendo, encapotando y escondiendo los claros, como si fueran un telón oscuro tapando un escenario.
Si llueve
el silencio se apaga
y empieza una sinfonía
de un sincronizado desorden.
Gotas de lluvia golpean el ventanal con fuerza, con ira, como si la naturaleza
se hubiera enfadado con nosotros.
A lo mejor es así.
Vuelvo a mirarte.
Pero tu mirada está fija en la lluvia, en cómo las gotitas tamborilean en la repisa.
Tac,tac,tac,tac. Tac. Tac.
Tienes los ojos cansados. Y llenos de sueño. Pero de ese tipo de sueño que nunca se quita y nunca se va, por mucho que duermas.
Ese sueño que te mira desde lejos,pero te mira, y nunca deja de mirarte, esperando a que lo persigas y burlándose de ti si no eres capaz de hacerlo.
Suspiras.
Y te deshaces en ese suspiro.
Quieres tocarme, pero no lo haces.
Sabes que tengo las manos frías.
Podrías quemarte.
El hielo quema.
Tengo miedo y lo sabes.
Soy contagiosa.
Huelo a terror y a dolor cansado
a lágrimas baratas
y a café cargado.
Ojeras crónicas
y corazón helado.
Una vez más, me miras.
Pero yo ya estoy lejos, muy lejos, a años luz.
No sabes en qué estoy pensando, y tienes mucha curiosidad.
Estoy pensando en ti.
Estoy pensando en mi.
En todo.
Y no estoy pensando en nada.
Ahora mismo peso mucho, no puedo conmigo.
Llevo una carga en el pecho
que me aplasta.
Pongo música.
La voz de Ian Curtis me coge de la mano.
Me siento un poco mejor.
Apago la luz sin importarme si quieres o no,
si estás o no,
porque realmente
yo ya me he ido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario