Creo que no
hace falta que diga mi nombre.
Todo el
mundo sabe cómo soy, y cómo me llamo. Todo el mundo me ha visto alguna vez.
Pero cuando
camino entre la gente, nadie me mira. No sienten mi presencia, no estoy ahí.
Caminan
estresados con sus prisas y agobios y me pegan empujones al pasar, como si saco
de boxeo, o algo que se tuviera que golpear.
Soy
invisible.
Ya me he
acostumbrado a ello, no me es tan incómodo.
Solo busco a
la gente cuando me es necesario.
No me
gustaba quedarme mucho tiempo en un mismo sitio, y siempre andaba viajando sin
parar, de un lugar a otro, visitando gente y lugares nuevos. Soy un ser
errante, un puñado de arena en el viento, una nómada.
La gente se
empeña en decir que soy mala, malvada. Esos calificativos al principio me
dolían y me herían, pero con el tiempo me acabaron haciendo gracia. Cuando me
miro al espejo, solo veo dos pozos de enigma remarcados con un toque de
cansancio –estoy siempre trabajando-. Mi pelo es largo, larguísimo, y negro
como el azabache. Soy muy huesuda,mis costillas forman una jaula de pájaros
muertos, mis pómulos están tan marcados que parece que se me van a escapar, y
mis piernas son dos enclenques pilares que sujetan la estructura total de mi
cuerpo. Suelen decir que soy un esqueleto,pero yo me veo bien.Igualmente, mi
físico no me preocupa. Nadie se fija en él.
Siempre me
acompaña un olor. No sé cómo es, pues yo no puedo notarlo,pero ellos sí. Y se
apartan. Y tienen miedo. Así que supongo que el olor será asqueroso o
desagradable.
Todo iba
bien, era feliz con mi existencia sin rumbo fijo. Hasta ese día.
Nunca voy a
poder olvidar ese día. Cuando le vi por primera vez.
Yo vagaba
por una calle cualquiera de una ciudad cualquiera, cuando le vi.
Tan guapo,
tan sonriente, tan despreocupado. Tan vivo.
Por
supuesto, no me vio. ¿Cómo iba alguien como él a fijarse en alguien como yo?
Pues claro que no.
A mí me
encandiló al instante, y no pude sino quedarme congelada en el sitio admirando
su figura perfecta, la luz de su mirada, su forma de caminar. Físicamente
parecía una figura de mármol,
Esculpida a
cincel y pluma,pero fue su aura lo que me hipnotizó. Un alma pura,es lo que
era.
Deseaba que
ese muchacho fuera mío,fusionarme con él,tomar juntos el camino…besarle…
Sí, sé lo
que me vais a decir. Me había obsesionado tontamente,lo reconozco. Pero en ese
momento no era consciente de ello. Lo único que sabía es que ese chico iba a
ser mío y no iba a esperar.
Igualmente,
aparcando a un lado mis rabiosas ganas de él, yo no podía hacer nada. Yo era
invisible y no me podía acercar. Simplemente, no podía.
Así que le
seguí, y acabé descubriendo muchas cosas. Descubrí dónde vivía, y que iba todos
los días a una facultad de la zona.
Me había
enamorado, me había enamorado y no podía hacer más que amarlo desde lejos.
Cada día,
durante mucho, y cuando el trabajo me lo permitía, me sentaba en un banco
cercano su facultad a verlo cuando salía de clase. Pasaron los meses, y él parecía cada vez más
lejano a mí.
Todo había
sido una estúpida fantasía mía. ¿Cómo me había dejado llevar de esa manera? Ya
no era una cría para pensar en todas esas tonterías. No recordaba la última vez
que había llorado. Por eso a lo mejor mis lágrimas me supieron tan amargas y
dolorosas al resbalarse por mis mejillas.
Una chica
caminaba a su lado, cogida dulcemente de su brazo. Hablaban de cualquier tema
banal y estúpido, y se miraban embelesados a los ojos. Unos gestos tan normales
y corrientes,tan bonitos como patéticos, empapados de una empalagosidad que
roza la náusea. Y sin embargo, era algo inalcanzable a mi mano.
Cuánta
rabia. Cuánto odio. Cuánta repulsión.
Recogí mi
dignidad y mi orgullo destrozados del suelo (¡menos mal que nadie se había dado
cuenta!) y enfilé calle abajo, hacia donde el viento me llevara, en busca de un
nuevo destino.
Tuvo que
pasar mucho tiempo para que yo volviera a pensar en él. Cuando has vivido lo
que yo y hayas sido testigo de los horrores de los que he sido yo, te das
cuenta de que la vida no es sino un suspiro, y sería egoísta (¡y tanto!) por mi
parte tomar su mano y hacerlo venir junto a mí.
Qué
costumbre tan estúpida y mundana aquella de medir el tiempo. Qué más dará. Para
mí todo es igual,independientemente de si es lunes o sábado, enero o agosto, un
año u otro. Siempre igual.
Puedes
pensar que es alguna macabra maldición,pero yo me lo paso muy bien.
Un día (¡qué
maravilloso día!) mi suerte cambió.
Yo me
hallaba contemplando desde un alto puente el horizonte neblinoso y el río gris.
O a lo mejor no estaba allí. A lo mejor me lo imaginaba todo y nunca me separé
de él, puede que estuviera rondándole todo ese tiempo. Quién sabe.
El caso es
que el gris de la superficie me recordó a sus ojos, grises como guijarros. Fue
un recuerdo doloroso, como derramar sal en una herida abierta. Y dolió. Ya creo
que dolió.
La cabeza
empezó a latirme dolorosamente, como si fuera una naranja que una mano de
hierro hubiera estrujado. Cuando el dolor se desvaneció,ya no estaba
contemplando el río desde aquel alto puente. Me encontraba en un lugar que me
resultaba vagamente familiar. Pasaron un par de segundos para caer en la cuenta
de dónde estaba. ¡Estaba cerca de la facultad de aquel chaval del que me
encapriché tan estúpidamente! Lo que no entendía era qué me había llevado hacia
allí.
No me hizo
falta investigar mucho. En mitad de la calle había formado un gallinero
incesante de personas histéricas y asustadas, que, sumadas al estruendo de ambulancias
y sirenas de policía, delataban a los hechos por sí solos. No tuve que
preguntarle a nadie, pues su magnetismo me llamaba. Él estaba dentro de la
ambulancia. Había sido atropellado de forma muy violenta y se lo llevaban al
hospital, a intentar patéticamente salvar su vida.
Mi querido
Romeo, atropellado. Debía estar junto a él. Sin embargo, no estaba asustada.
Todo iba a salir bien.
Avancé
serena hacia el vehículo y me colé justo cuando iban a cerrar la puerta. Allí
estaba él, inconsciente, conectado a infinidad de tubos, y siendo trasteado y
toqueteado por un puñado de médicos que intentaban maniobras para mantenerle
atado a la vida y que, por supuesto, no repararon en mi presencia. Pobrecito,
mi pequeño. Aún así seguía siendo hermoso.
No me
gustaba verlo así, era angustioso. Quería ahorrarle el sufrimiento.
Me hice un
hueco entre los técnicos, que se apartaron un poco (quizá de lo asqueroso de mi
olor) y le tomé suavemente la mano ensangrentada. Él abrió los ojos
súbitamente, como si hubiera sido poseído por algo o alguien, y me miró. Su
mirada rebosaba terror.
Independientemente
de eso, ¡podía verme! ¡Él me podía ver, había dejado de ser invisible, al fin!
Una sensación tibia de gloria y felicidad brotó en mi interior. ¡Podríamos ser
felices al fin!
-¿Qué…es…lo…que...quieres?-
me preguntó con voz débil y entrecortada. Los médicos pensaban que comenzaba a
delirar y se gritaron órdenes más frenéticamente. –Quiero que no lo pases mal.
Quiero que seas mío- le respondí, con voz dulce, y acaricié su mano. Podía
sentir su pulso, acelerado, como un caballo que galopa desbocado.
Me agaché,
situándome a su lado, y le tomé el mentón con la punta de mis dedos. Por fin,
después de tanto tiempo, lo besé. Fue un beso largo,pude saborear la suavidez
de sus labios y su dulce sabor a miel. Pude notar cómo el dolor abandonaba su
cuerpo, su frecuencia cardiaca se acompasaba, sus músculos se relajaban, y
cuando me incorporé para mirarlo, sus ojos estaban limpios de miedo y pesar.
Los médicos chillaban desesperados e intentaban todo cuanto podían. Mi amado
era ajeno a todo este espectáculo. –¿Quién….eres?- me preguntó, esta vez con
curiosidad en vez de miedo. –Soy tu dama. Has pensado en mí muchas veces. Estamos
hechos para estar juntos. Te amo, desde hace mucho tiempo. Yo soy tu final y tu
principio. Yo soy….-titubeé un poco, siempre es difícil decir esto- la Muerte.
Y dicho esto
me llevé su alma de la mano, mientras los electrocardiogramas dibujaban líneas
rectas infinitas y un estallido de pitidos tomaba el pequeño espacio de la
ambulancia, y nos alejamos, lejos de allí, cada vez más lejos, lejos para
siempre…
Es la puta hostia, mi más sincera enhorabuena, preciosa.
ResponderEliminarUn abrazo, @forbbiden_game
Me encanta 🥰
ResponderEliminar