Impotencia. No hay otra palabra que describa mejor cómo me
siento. Quizá duda. Duda de no saber si estás perdiendo a una persona o una
persona te está perdiendo a ti.
Y también angustia. Angustia de saber que a cada segundo que
pasa la tienes más lejos de ti, y no puedes hacer nada. Tic, tac, tic, tac. Y
no se detiene, el tiempo nunca lo hace.
No quiero que te vayas, tú menos que nadie. Pero no voy a
disculparme. No esta vez.
¿Orgullo? Puede, pero es algo que ya he tenido que tragarme
demasiadas veces, he aprendido a mantener la cabeza alta, pase lo que pase.
Si al menos supiera qué he hecho esta vez, qué es en lo que
he fallado, volvería a disculparme, como siempre. Pero, eso debo hacer ahora?
Sin haber hecho nada, agachar la cabeza, asentir, en silencio, como si yo no
tuviera corazón ni sentimientos?
Sé que acabará siendo así, pero un día, todo cambiará. Romperé
mi silencio, eso que llevo guardando durante tanto, tanto tiempo. Mis palabras
serán como cuchillos, y yo seré el monstruo que los maneje. Y nada más importará.
Yo siempre he hecho todo mal, verdad? No te vale saber que
eres la persona más importante para mí. No te vale saber que haría cualquier
cosa por ti. No te vale todo lo que hemos vivido. Nada de eso te vale. Solo ves
mis fallos, los errores que he cometido.
Si soy tan mala, si realmente te hago tanto daño y merezco
estar lejos de ti, a lo mejor es verdad. Lo único que lamento de todo esto es
que haya tenido que darme cuenta por mí misma de lo que pasaba. Podías haberlo
dicho.
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