domingo, 25 de noviembre de 2012

Ella.


Impotencia. No hay otra palabra que describa mejor cómo me siento. Quizá duda. Duda de no saber si estás perdiendo a una persona o una persona te está perdiendo a ti.
Y también angustia. Angustia de saber que a cada segundo que pasa la tienes más lejos de ti, y no puedes hacer nada. Tic, tac, tic, tac. Y no se detiene, el tiempo nunca lo hace.
No quiero que te vayas, tú menos que nadie. Pero no voy a disculparme. No esta vez.
¿Orgullo? Puede, pero es algo que ya he tenido que tragarme demasiadas veces, he aprendido a mantener la cabeza alta, pase lo que pase.
Si al menos supiera qué he hecho esta vez, qué es en lo que he fallado, volvería a disculparme, como siempre. Pero, eso debo hacer ahora? Sin haber hecho nada, agachar la cabeza, asentir, en silencio, como si yo no tuviera corazón ni sentimientos?
Sé que acabará siendo así, pero un día, todo cambiará. Romperé mi silencio, eso que llevo guardando durante tanto, tanto tiempo. Mis palabras serán como cuchillos, y yo seré el monstruo que los maneje. Y nada más importará.
Yo siempre he hecho todo mal, verdad? No te vale saber que eres la persona más importante para mí. No te vale saber que haría cualquier cosa por ti. No te vale todo lo que hemos vivido. Nada de eso te vale. Solo ves mis fallos, los errores que he cometido.
Si soy tan mala, si realmente te hago tanto daño y merezco estar lejos de ti, a lo mejor es verdad. Lo único que lamento de todo esto es que haya tenido que darme cuenta por mí misma de lo que pasaba. Podías haberlo dicho.

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