Hay una criatura que plañe en la oscuridad.
Yo la oigo sollozar en mitad de la noche, cuando las horas son inciertas y el mundo se pone en ralentí.
Pero nadie más.
Quizá esta ha sido la tragicomedia más breve que se ha escrito jamás. Esta vez he estado yo sola en el inmenso auditorio vacío, sentada en una butaca de terciopelo rojo, sin más público que me rodease, sin aplausos ni sollozos en los momentos más tristes. Pero esta vez he contemplado la función en lugar de representarla. Probablemente me sabía tan bien el guion, con cada punto y cada coma, que me escapé de mí misma y floté por encima del polvo de estrellas y la ceniza.
Total, ¿qué más da? Es la misma historia de siempre. Un vodevil que vuelve a empezar en el instante en el que acaba.
Se abre el telón, eternamente blanco. En el primer acto hay flores. Sobre el escenario se abre un abanico de camelias rosas. Hay casitas pintorescas, que parecen de cuento de hadas.
En el segundo acto comienza a nevar, y la ventisca marchita sin piedad todo lo bello que había brotado. Llueven cristales rotos, trozos de figuras de porcelana de vivos colores, y esquirlas rojas de algo indefinido que podrían ser corazones. El escenario empieza a arder, y una suave música comienza a sonar en el momento en que las llamas empiezan a lamerlo todo a su paso.
Tercer acto: ya no queda nada. La música se ha ido por donde vino y el silencio envuelve el escenario como un manto de frío y rubíes. La Ceniza hace una reverencia ante el público.
Cuarto acto: Lázaro irrumpe en escena. Le entrega a la Ceniza un ramo de camelias rosas. Ella le planta en la mejilla un casto beso con sus labios negros y le coge del brazo.
Salen de escena y la obra llega a su fin. El telón blanco tapa el escenario y cubre el destrozo y la miseria.
No aplaudo, nadie aplaude. Ni siquiera lloro; no me da la gana.
El telón se mueve de nuevo y la obra vuelve a empezar. Seguirá siendo idéntica, una y otra vez.
Las flores que mueran hoy, mañana volverán a nacer. Ya no quiero que haya pájaros anidando bajo mi ventana.
(me seguirán rompiendo el corazón, y yo seguiré llevando en mi cara el frío de las 6 de la mañana.)
Te añoro tanto...
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