En las horas negras,
estuvo.
En el llanto y en la herida,
estuvo.
En el horror del callejón sin salida,
de mirada vacía y esperanza perdida,
estuvo.
A mi lado en la rabia helada y en la noche fría,
cogiéndome fuerte la mano,
sosteniéndome cuando ya no podía
(cuando ya ni quería)
Recogiendo las estrellas que se caían de la mirada,
abriendo todas las ventanas,
ayudándome a batir de nuevo las alas,
sabiendo ver siempre mi gracia
queriendo hasta lo más negro de mi alma.
Y ya sólo me queda dar las gracias:
porque estabas, porque estás,
junto a mí:
ayer, hoy y mañana.
(Te quiero, Vicen)
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