Atrévete. Atrévete a arriesgar. Atrévete a aventurarte. Atrévete a caminar. Atrévete a mojarte bajo la lluvia. Atrévete a que el sol te queme la piel. Atrévete a saltar al vacío. Atrévete a vagar sin rumbo.
Atrévete a perderte.
Pero atrévete a encontrarte.
Atrévete a llorar. Atrévete a que te vean llorar. Atrévete a tropezarte. Atrévete a surcar el hielo y caerte. Atrévete a conseguir que te sea indiferente que muchas personas te hayan observado fijamente mientras te caías. Atrévete a las heridas. Atrévete al dolor.
Atrévete a que te humillen. Atrévete a que te hagan daño.
Atrévete a quitarte la máscara. Atrévete a despojarte de esa armadura oxidada tras la que creías protegerte del mundo y lo único que conseguía era aislarte más y dejarte sin aire. Atrévete a enterrar el hacha de guerra, bajar el arco y tirar las flechas, envainar de una vez la espada y pensar, por una vez, que el mundo entero no se te va a tirar encima en el instante en que te des la vuelta.
Atrévete a confiar. Atrévete a que te fallen. Atrévete a fallarles a los demás. Atrévete a no cumplir las expectativas que los demás cuelgan sobre ti como un traje no hecho a tu medida y tener la certeza de que no eres menos por no encajar en esos moldes.
Atrévete a no ser lo que ellos quieren. Atrévete a no querer ser lo que ellos quieren.
Atrévete a hablar. Atrévete a que tu voz se oiga, a que los demás te escuchen. Atrévete a reírte y a que tu risa llene el espacio.
Atrévete a querer no ser invisible. Atrévete a ser algo. Atrévete a ser alguien.
Atrévete a que se te acerquen. Atrévete a que te miren. Atrévete a que te toquen sin que queme. A que te acaricien sin que duela. Atrévete a que te quieran, pero a que te quieran sin miedo. Atrévete a concebir el amor no como una amenaza, tan sólo como una promesa. Atrévete a sentir.
Atrévete a bailar descalza. Atrévete a bailar con los zapatos más cómodos y la falda más bonita que tengas. Atrévete a bailar de la mano de alguien, y dejarte llevar por esa persona sin más brújula que el compás de la música y el oleaje entre tu cuerpo y el suyo.
Atrévete a bailar sola. A oscuras.
A pleno sol.
Atrévete a vivir. Atrévete a lo que sea que te atemorice o te quite el sueño. Atrévete a salir en mitad de la noche a cazar estrellas y perseguir fantasmas.
Atrévete. Tan sólo atrévete.
miércoles, 17 de enero de 2018
domingo, 14 de enero de 2018
2016
Él reparó en mi presencia. Yo también le había visto. Me acerqué a él. Encontré algo en sus ojos, y me asustó lo que vi.
Era amor.
Toda esta situación me recuerda al mito de Orfeo y Eurídice, y tengo mucho miedo. Yo soy Orfeo, y estoy profundamente enamorada de mi Eurídice. He bajado al Inframundo a buscarle, me he enfrentado a todo tipo de adversidades, cargo a la espalda una lira de oro que toco hasta dejarme los dedos en cintas escarlata de seda y sangre, con tal de dormir al Cancerbero y a cualquier bestia que intente hacerme desistir en mi empeño; y ahora creo que, tras la Odisea, volvemos a la superficie, a nuestro mundo, al mundo aquel donde había vida, donde nos sentíamos vivos, y con el corazón desbordándose en cada latido. Pero temo dar un paso en falso y perderle para siempre, darme la vuelta y descubrir que me seguía un espejismo, un espectro hecho de humo; temo que, cuando ya casi yazga mi vera, vea que en nuestro hogar no queda más que yesca y escombros, o que un elemento externo le convenza de que yo ya no soy quien fui, que sólo soy una sombra debajo de mi armadura y mi yelmo.
Era amor.
Toda esta situación me recuerda al mito de Orfeo y Eurídice, y tengo mucho miedo. Yo soy Orfeo, y estoy profundamente enamorada de mi Eurídice. He bajado al Inframundo a buscarle, me he enfrentado a todo tipo de adversidades, cargo a la espalda una lira de oro que toco hasta dejarme los dedos en cintas escarlata de seda y sangre, con tal de dormir al Cancerbero y a cualquier bestia que intente hacerme desistir en mi empeño; y ahora creo que, tras la Odisea, volvemos a la superficie, a nuestro mundo, al mundo aquel donde había vida, donde nos sentíamos vivos, y con el corazón desbordándose en cada latido. Pero temo dar un paso en falso y perderle para siempre, darme la vuelta y descubrir que me seguía un espejismo, un espectro hecho de humo; temo que, cuando ya casi yazga mi vera, vea que en nuestro hogar no queda más que yesca y escombros, o que un elemento externo le convenza de que yo ya no soy quien fui, que sólo soy una sombra debajo de mi armadura y mi yelmo.
miércoles, 3 de enero de 2018
instantánea V
Nos miramos a través del gentío, del ruido y de la alegría que coronaba una noche así. Ya no sé quién eres tú, y yo he cambiado tanto que posiblemente te costó reconocerme. Pero sonreíste y yo rasgué el aire con mi risa maniática (que afortunadamente no he perdido con el paso del tiempo) y quizá, por un instante, nos encontramos a nosotros mismos, para, un segundo después, volver a sepultarnos entre océanos de ceniza y recuerdos.
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