Sus lágrimas eran como cuchillas afiladas que poco a poco perforaban mi alma. No soportaba verla llorar. Cada vez que lo hacía, algo moría en mi interior. Me reprendía a mí misma por no evitarlo. Cada lágrima que derramaba era una lágrima que yo podía haber evitado, pero sin embargo, dejé caer. Yo no podía hacer nada excepto permanecer de pie, mientras la observaba llorar.
Posiblemente no se diera cuenta, pero yo sufría en silencio.
Sus ojos eran un misterio, al igual que ella. Solo una persona que la conociese bien sabría como descifrarlos.
Incluso triste seguía siendo bella. Esa aura pura e inocente no la abandonaba ni cuando su cara se llenaba de sombras y de miedo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario