Adoro las cartas. El momento en que
llega a tí y la primera vez que las lees. Ese cúmulo de emociones.
Guardarla como si fuera un tesoro, para poder releerla una, y otra, y
otra vez.
Es como conservar un pedazo de esa
persona, un poco de su esencia.Es cierto que prefiero una carta,
aunque tarde, que un mensaje, un comentario, o un correo electrónico.
Y es que lo bueno, se hace esperar. ¿Nunca has imaginado a la
persona que te la envió en el momento en que la escribía? Cómo
trazaba esas palabras, formando oraciones, y finalmente, ese texto
que tienes en las manos. Cómo pensaba en tí en todo ese momento.
Y si esa carta que ahora mismo
sostienes, es de hace tiempo...retrocedes en el tiempo hasta ese
día.Cierras los ojos. Y estás ahí. Te ves tan feliz. Todo eran tan
bonito.Te das cuenta de cómo ha cambiado todo. La melancolía no
llega en tardar. Los días pasas, las personas se van, todos
cambian...pero el recuerdo permanecerá igual, pase el tiempo que
pase.
Viejos trozos de papel con complejo de
reliquia.