domingo, 25 de noviembre de 2012

Ella.


Impotencia. No hay otra palabra que describa mejor cómo me siento. Quizá duda. Duda de no saber si estás perdiendo a una persona o una persona te está perdiendo a ti.
Y también angustia. Angustia de saber que a cada segundo que pasa la tienes más lejos de ti, y no puedes hacer nada. Tic, tac, tic, tac. Y no se detiene, el tiempo nunca lo hace.
No quiero que te vayas, tú menos que nadie. Pero no voy a disculparme. No esta vez.
¿Orgullo? Puede, pero es algo que ya he tenido que tragarme demasiadas veces, he aprendido a mantener la cabeza alta, pase lo que pase.
Si al menos supiera qué he hecho esta vez, qué es en lo que he fallado, volvería a disculparme, como siempre. Pero, eso debo hacer ahora? Sin haber hecho nada, agachar la cabeza, asentir, en silencio, como si yo no tuviera corazón ni sentimientos?
Sé que acabará siendo así, pero un día, todo cambiará. Romperé mi silencio, eso que llevo guardando durante tanto, tanto tiempo. Mis palabras serán como cuchillos, y yo seré el monstruo que los maneje. Y nada más importará.
Yo siempre he hecho todo mal, verdad? No te vale saber que eres la persona más importante para mí. No te vale saber que haría cualquier cosa por ti. No te vale todo lo que hemos vivido. Nada de eso te vale. Solo ves mis fallos, los errores que he cometido.
Si soy tan mala, si realmente te hago tanto daño y merezco estar lejos de ti, a lo mejor es verdad. Lo único que lamento de todo esto es que haya tenido que darme cuenta por mí misma de lo que pasaba. Podías haberlo dicho.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Siempre.

No importa todo lo que corras, siempre llegará alguien capaz de alcanzarte.
Da igual lo fuerte que seas, al final habrá algo que te rompa por dentro.
Puedes sonreír, pero habrá una persona que te volverá  a hacer llorar.
En el fondo siempre habrá algo que nos supere, y no sé si eso es bueno o malo.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Tú me querrías.

Tú me querrías. Fuera pequeña o grande, gorda o flaca, fea o guapa. Sé que tú me querrías.
Me baso en poco tiempo para decir esto, pero me transmites demasiada seguridad, así que pondría la mano en el fuego por tí.
Tú has tenido la oportunidad de verme como un monstruo, y sin embargo, tras haberlo hecho, continuaste a mi lado, sin cambiar ni importarte.
Y creo que te conozco lo suficiente como para poder decir que te daría igual como fuera mi exterior, tú seguirías ahí para mí.
Aunque tuviera la cara desfigurada, fuera ciega, manca o tuviera que guardar cama para el resto de mis días, ahí estarías tú, como siempre.
Voy a apostar todas mis cartas por tí, porque permanezcas. No creo en los "para siempre", pero por tí haré una excepción.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Escapar.

Con su gorro negro de lana y su camisa a cuadros, la veo caminar suavemente, paso a paso, avanzar hacia la multitud, y perderse entre la gente.
Perderse entre cientos de vidas ajenas mientras ella intenta encontrar la suya.
Y ella camina sin rumbo, sin saber adónde ir.
Hay veces que lo único que se necesita es andar, andar sin más destino que dar con quién eres, con qué quieres, y con qué vas a hacer.
Hace mucho tiempo que ella no se sentía ella misma, sino un simple reflejo de lo que ella pretendía ser.
En ese mismo instante deseó bajarse del mundo, pararlo, desconectar, pero no se le ocurrió nada mejor que echarse a la calle a mezclarse entre las masas, pensó que de esa manera conseguiría sentirse menos perdida, pero solo consiguió sentirse desubicada y sola en medio de un montón de gente.
Comenzaba a llover, pero ella apenas sentía la lluvia, ya se había acostumbrado a verlo todo negro, a vivir en tormentas internas, monzones permanentes sin una causa aparente que los provocara.
Pero,¿quién era ella? Es una pregunta difícil, que ni ella misma sabía responder.
Se sentía atrapada en su cuerpo. Ella no tenía cuerpo, su cuerpo la tenía a ella.
Necesitaba una brújula, un faro, algo que la guiara por el camino correcto. Pero no lo hallaba.
Fuera, bajo la tormenta, se calaba poco a poco, y el frío pasaba a su corazón. Era un frío extraño, lleno de miedo y desesperanza. Lleno de lágrimas.
La chica decidió que volver a casa sería lo más sensato, así que emprendió la vuelta.
Por el camino, observó el puerto, lleno de barcos, de pasajeros. De despedidas. De alegrías y de penas, de llantos y de sonrisas. Y sobretodo, de besos. De amor.
Ella desconocía el significado de esa palabra, hace mucho tiempo dejó de saberlo. El miedo de querer y ser querida la acompañaba, vivía con ella.
No era exactamente miedo a amar, era más bien miedo al dolor, a tener que decir adiós.
Llevaba tanto tiempo siendo dulce que acabó volviéndose amarga, triste, sin ganas de sonreír.
Y lo peor, no sabía el motivo.
Era otro misterio para ella, al igual que lo era su vida entera.