No soy más que uñas arañando una pizarra que se rompe,
que me rompe,
que me rompo en mil pedazos y me esparzo por el cielo frío,
sin saber,
que voy a acabar en el mismo sitio del que estoy huyendo.
Y a estas alturas de la película me atrevo a confesar
que tengo el miedo por las nubes y el amor bajito, chiquito,
finito y dividido en un montón de jaulas hechas de alambre de espino.
(Junto con todo lo que siento y esas cosas que nunca digo.)