A veces me rendí. Lo reconozco.
Tiré la toalla, me entregué completamente a ese odio que me
consumía por dentro. Llegué a pensar que ese rencor me acompañaría siempre, que
lo tendría que arrastrar toda la vida como a un lastre, y que nunca me dejaría
ser completamente libre.
Me equivocaba. Y pocas veces me he alegrado tanto de
equivocarme.
Supongo que el odio se acabó cansando de revolotear sobre mi
existencia como un ave carroñera, ahuecó el ala, y simplemente se fue. Llovió
mucho, y se diluyó con el agua de lluvia. Y no volvió.
No sé si fueron las circunstancias que me forjaron, o si
realmente maduré, pero un día el tema apareció ante mí, se plantó delante de
mis narices, como surgido de la nada (o lo sacaron a propósito, que tampoco es
tan improbable). En otro momento me hubiera sacudido entera el huracán de la
ira, embotándome los sentidos y la razón, pero me reí. Me reí. Y fue de forma
totalmente franca y natural, sin pensarlo, sin plantearme si realmente me debía
reír o no. Tan espontáneo fue aquello,
que provocó algunas miradas de intriga entre los que me rodeaban. Quizá estaban
esperando que yo, al oír hablar de lo que ocurrió, hubiese agachado la cabeza,
apretado los puños y girado la cara para que nadie pudiese ver mi semblante
dolido, en vez de reírme a carcajadas, como si alguien acabase de contarme el
chiste más gracioso del mundo. Quizá pensaron que estaba loca. Pero no estaba
loca. Simplemente estaba feliz.
Y, entonces, me di cuenta de que era más ligera. Me había
vuelto un poco más libre.
Fue en ese instante, en que fui capaz de reír de algo que no
demasiado tiempo atrás casi me había matado de dolor, en que descubrí todo lo
que había crecido como persona, en lo que la experiencia me había moldeado.
Esa risa abrió la puerta a un mundo desconocido. Era el comienzo de algo nuevo,
una página en blanco. Aunque, pensándolo mejor, más que una página en blanco,
era un libro en blanco. Una novela larguísima esperando a ser escrita, a ser
pensada, a ser narrada por mí.
Esa novela era yo. Una novela de millones de palabras entre
las que, afortunadamente, la palabra “odio” no cabía.
-3:50 AM