miércoles, 23 de marzo de 2016

Y volamos.

A veces me rendí. Lo reconozco.

Tiré la toalla, me entregué completamente a ese odio que me consumía por dentro. Llegué a pensar que ese rencor me acompañaría siempre, que lo tendría que arrastrar toda la vida como a un lastre, y que nunca me dejaría ser completamente libre.

Me equivocaba. Y pocas veces me he alegrado tanto de equivocarme.

Supongo que el odio se acabó cansando de revolotear sobre mi existencia como un ave carroñera, ahuecó el ala, y simplemente se fue. Llovió mucho, y se diluyó con el agua de lluvia. Y no volvió.
No sé si fueron las circunstancias que me forjaron, o si realmente maduré, pero un día el tema apareció ante mí, se plantó delante de mis narices, como surgido de la nada (o lo sacaron a propósito, que tampoco es tan improbable). En otro momento me hubiera sacudido entera el huracán de la ira, embotándome los sentidos y la razón, pero me reí. Me reí. Y fue de forma totalmente franca y natural, sin pensarlo, sin plantearme si realmente me debía reír o no. Tan espontáneo  fue aquello, que provocó algunas miradas de intriga entre los que me rodeaban. Quizá estaban esperando que yo, al oír hablar de lo que ocurrió, hubiese agachado la cabeza, apretado los puños y girado la cara para que nadie pudiese ver mi semblante dolido, en vez de reírme a carcajadas, como si alguien acabase de contarme el chiste más gracioso del mundo. Quizá pensaron que estaba loca. Pero no estaba loca. Simplemente estaba feliz.

Y, entonces, me di cuenta de que era más ligera. Me había vuelto un poco más libre.

Fue en ese instante, en que fui capaz de reír de algo que no demasiado tiempo atrás casi me había matado de dolor, en que descubrí todo lo que había crecido como persona, en lo que la experiencia me había moldeado.
Esa risa abrió la puerta a un mundo  desconocido. Era el comienzo de algo nuevo, una página en blanco. Aunque, pensándolo mejor, más que una página en blanco, era un libro en blanco. Una novela larguísima esperando a ser escrita, a ser pensada, a ser narrada por mí.

Esa novela era yo. Una novela de millones de palabras entre las que, afortunadamente, la palabra “odio” no cabía.


-3:50 AM